Despierta en una habitación de concreto, sin ventanas, sin recuerdos y sin motivo. El aire huele a humedad, las paredes parecen observarla, y la única conexión con el exterior es una rendija por donde deslizan sobres con acertijos. Frente a ella, una pared repleta de casilleros cerrados con candados de combinación. Cada código descifrado puede significar agua, comida o esperanza. Cada error, un paso más hacia la desesperación.
El tiempo se diluye. Los días dejan de existir. La soledad, el hambre y el miedo comienzan a moldear su mente. Sin nadie a quien hablar, la línea entre lo real y lo imaginario se vuelve difusa. Sin embargo, en medio del horror, descubre que las pruebas no son al azar: cada mensaje, cada objeto, cada gesto invisible de su captor forma parte de algo más grande… de una historia que se escribió mucho antes de su encierro.
A medida que las piezas encajan, comprende que el verdadero cautiverio no siempre está hecho de muros, sino de secretos, culpas y decisiones que se arrastran como sombras.
Una novela de suspenso psicológico que sumerge al lector en una experiencia intensa y perturbadora, donde la mente humana se convierte en su propio laberinto y la libertad puede ser tan temible como la prisión misma